NIGHT AT THE MUSEUM tiene sabor de clásico. Una comedia sencilla, cómplice y buena nota que me hizo reconciliarme con la vida y con todo lo que Hollywood es capaz de hacer en un momento particularmente aciago, poco después de las elecciones que ganó Chávez en diciembre de 2006. Desde que la vi aquella tarde en el Cines Unidos Galería Ávila de San Bernardino, tuve una obsesión: ¿cómo sería una película similar, pero que se desarrollara dentro del Museo de Ciencias?
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Finalmente este sábado 29 de septiembre, luego de casi 10 meses de postergaciones, me decidí a visitar el Museo de Ciencias con mi cámara. Lamentablemente, las anclas de mi imaginación no encontraron demasiados puertos para fondear. Corren malos tiempos para el Museo de Ciencias, con muchas de sus salas cerradas. Se echan de menos exposiciones atractivas como los dinosaurios animatrónicos de Víctor Chang y la megafauna con los huesos de tortugas gigantes, mastodontes y megaterios. También me ladillan un poco los slogans socialistoides al estilo: "Una naturaleza y una sociedad en transformación".
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Básicamente lo que se ve allí hoy son dioramas de la fauna-flora de un tepuy, de una selva tropical y de los llanos, así como algunas bestias africanas disecadas. Y quizás lo más interesante de todo: una muestra de los animalejos silvestres que se las arreglan para sobrevivir en los alrededores de Caracas.
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Aquí, un típico mono ladilla como el de NIGHT AT THE MUSEUM, en este caso, un babuino. Qué carita de jodedor y mosquito muerto intrigante:
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