27 agosto 2007

LOOR METALÚRGICO

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Me atormenta el manejo de mi cuerpo después de mi muerte. Por dos razones: 1. No quiero ocasionar a mis seres queridos más gastos innecesarios aparte de los que les he generado en vida; 2. Me resulta sumamente poco elegante pensar que alguien tendrá por fuerza que manipular mis restos ensangretados, carbonizados o simplemente exangües para retirarlos de un lecho de hospital, de una acera de la ciudad, de un automóvil desperolado o de los rieles del metro. Me dirán que la cremación sería lo más adecuado para un caso como el mío, pero no es barata (según un reciente reportaje de El Nacional, unos 8 millones de bolívares, que se podrían invertir mejor en un par de motocicletas chinas) e igual tendrían que manipular mi cuerpo para llevarlo hasta el horno. Por eso, desde que vi TERMINATOR 2: JUDGEMENT DAY (1991), tengo como mi concepto ideal de muerte el de precipitarme de cabeza dentro de una fundición metalúrgica, que, supongo, conseguiré en el estado Bolívar (en la película venezolana CON EL CORAZÓN EN LA MANO, de 1988, Daniel Alvarado trabaja como obrero en una de estas fundiciones). Me agrada imaginar que, en efecto, no quedará absolutamente nada de mí; aunque seguramente aparecerá algún perito que me explicará que tal cosa no es exacta, que siempre quedará un huesito, que perjudicaré la calidad de las aleaciones resultantes, etc, etc.
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De todos modos, sé que los planes que solemos hacer para nuestras muertes generalmente quedan en pura palabrería. Nos gusta decir que moriremos jóvenes para convertirnos en leyendas como Marilyn Monroe o Elvis Presley; cuando vemos a ancianos arrugados, desdentados, desmemoriados y tambaleantes, decimos: "Preferiría morir antes que vivir así". Pero lo más probable es que sigamos el mismo derrotero, porque muy en el fondo, nos gusta un poco esta perra vida y nos aterra pensar que luego no habrá absolutamente nada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si pudiera basar mi muerte en una película, quisiera que fuera como la de Sirius Black en "Harry Potter y la Orden del ´Fénix", aparentemente indolora y sin ocasionar gastos funerarios. No obstante, mi escena de muerte favorita en el cine es la de Pike Bishop (William Holden) y sus compañeros de banda en "La pandilla salvaje". Curiosamente, la muerte cinematográfica (que luego se revela como falsa) que siempre me hace llorar es la de Gandalf, en "El señor de los anillos: La comunidad del anillo" (2001).

Juniper Girl dijo...

a mi me caga demasiado morirme...

Unknown dijo...

Asi es. Uno querra vivir lo maximo. SIn importar incluso, ese detallazo de morir con la digestión en proceso. Esfinteres relajados al morir. Bello aroma quita dignidad :-D