11 agosto 2007

Serie Vainas Raras del Mercado de La Hoyada (II): TRES DÍAS DE LLUVIA SIN NUBES

EL MUERTO (THE DEAD ONE), 2007
Director: Brian Cox


La versión mexicana de THE CROW (1994), según comentario de Nerea Dolara, del diario El Nacional. Protagoniza Wilmer Valderrama (el supuesto venezolano a quien aquí queremos nacionalizar a juro para llenarnos la boca con lo del "compatriota que triunfa en Hollywood") como Juan Diego de la Muerte, inmigrante ilegal en Estados Unidos quien, tras sufrir un accidente automovilístico fatal el Día de Todos los Muertos de 2005, parece ser poseído tanto por el Juan Diego de la Virgen de Guadalupe como por las atrozmente destructivas deidades prehispánicas de México.
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El director no es el Brian Cox británico y actor famoso, ojo.
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EL MUERTO es una película elaborada con tres lochas y en la que prácticamente no hay conflictos ni villanos sino hasta muy al final de sus apenas 80 minutos de duración (la identidad ambigua del malvado es una de las sorpresas mayúsculas de la película). Es un filme 100% trashy, como dicen ahora. Y sin embargo, me inspiró respeto. Estoy seguro de que esta película le debe encantar al crítico de cine Luis Urbaneja. La mitología funciona, a pesar de la economía de recursos; hay cierto grado de poesía. La colombiana Angie Cepeda, poco reconocible con cabello muy oscuro, coprotagoniza con admirable sobriedad.
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Quisiera poner en letras muy grandes el tema que acompaña los créditos finales. Es una pedazo de canción, demasiado ultra fabulosa, y se me quedó pegada desde la primera escuchada. Cosas como éstas redimen a una película completa. Podría describirla como un rock rapeado underground con percusión de reggaetón, más arreglos de organito de iglesia y, al final, un piano de salsa:
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* "Nuestra tierra" - grupo Olmeca *
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Lo más lamentable de EL MUERTO, tengo que decirlo, es María Conchita Alonso. Qué bajo ha caído la carrera de esta mujer. Es increíble que acepte un papelucho de menor relieve que el de una cachifa en una telenovela venezolana. Interpreta a una monja que apenas aparece dos veces en la película (la primera de ellas en el minuto 50 y déle) y que sólo recita dos líneas de diálogo totalmente intrascendentes. Una extra, en pocas palabras. Patético.

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