04 abril 2007

INVISIBLE WAVES (2006) - Pen-Ek Ratanaruang


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Descubrí esta pequeña obra maestra en un puestico con toldo que está en la esquina de Socorro, avenida Fuerzas Armadas; también tenían allí RAGING BULL de Scorsese. Pensaba que era una película asiática de acción hongkonesca del montón, pero lo que me llamó la atención es que en la carátula decía: "Selección oficial Festival de Berlín 2006". Pen-Ek Ratanaruang no es de Madagascar, pese a su nombrecito, sino de Tailandia, y al parecer es un director bastante laureado, aunque desconozco su trayectoria. Le noto algunas influencias de David Lynch, sobre todo a través del personaje del kareokero Lizard (Ken Mitsuishi).

Antes que nada, debo decir que INVISIBLE WAVES es un film noir que oculta las escenas de violencia y un film noir sin una gota de sangre, con la única excepción de una imagen sin explicación (aparente) de una pecera manchada. También hay que indicar que INVISIBLE WAVES es un producto de una suerte de globalización del Lejano Oriente, pues sus protagonistas son japoneses, pero la acción se desarrolla en Hong Kong y Phuket, la Margarita de Tailandia.

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Me encantan las películas que se toma toda la pausa que se les antoja en los detalles aparentemente intrascendentes. INVISIBLE WAVES es una de ellas. Aunque es una historia de sicariato, por momentos parece una EL OLOR DE LA PAPAYA VERDE posmodernista. La banda sonora de Hualampong Ridding aporta apenas unas notas aisladas y algún bandonéón, pero hay que ver cómo estos sonidos tan simples y repetitivos impregnan a la película de una melancolía militante.

Kyoji Hamamura (Tadanobu Asano), un cocinero japonés muy pavo con colita de caballo y zapatos con trenzas blancas, envenena por encargo a su amante y luego parte a enconcharse una temporada en Phuket; el crucero que toma en Hong Kong con destino a Tailandia es impresionantemente parecido al ferry viejo de Margarita, lo único que le falta son los chinchorros. Desde que se monta en el barco, Kyoji —con la torpeza de todo turista que llega a una habitación ajena— es víctima de unas plagas de Egipto en principio inocentes, pero en realidad contaminadas por una sombra perversa que le persigue en su inútil escapatoria: cortes de luz, recepcionistas tarados, ladillas ex amigos de la infancia, lavamanos de chorros incontrolables, una cama que se cierra como una trampa de ratones.

También aparece un monje muy similar físicamente a Joselo, que paradójicamente es un intermediario de la mafia. Y es que INVISIBLE WAVES, entre muchas otras cosas, es una hemorragia de ironía que nunca se detiene. Kyoji, el mismo hombre que presencia impasible la agonía de su amante como si fuera una cucaracha, nos es mostrado también como el tipo que oye CD de jazz mientras hace el amor; el que pide leche en los bares; el tío putativo que carga a un bebé en brazos y baila pegado de manera amorosa con su nueva amiga Noi (Kang Hye-Jeong, una preciosidad surcoreana); el que saborea una barquilla de chocolate antes de enfrentar su inexorable destino; el que apunta con una pistola mientras con la otra mano bate la sopa.

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INVISIBLE WAVES es también un estudio sobre la personalidad del introvertido e inexpresivo Kyoji: el fantasma viviente, el joven sin arraigo, patria ni familia; el tipo que no tiene televisión porque "ya sabe lo que ocurre en el mundo". Una de las primeras escenas lo muestra cerrando una reja detrás de sí, quizás un símbolo de la manera en que oculta sus emociones. El empeño de enviar una postal a su conserje María, así como la ternura con la que intenta echar raíces con su amiga Noi y su bebé Nid, asoman unos afectos incipientes que quieren salir desesperadamente de tanto ensimismamiento endurecedor. Creo que una escena clave es la conversación —pequeños tiburones en una pecera como telón de fondo— que sostiene Kyoji con un indiscreto barman japonés en el ferry a Phuket, perdón, el crucero. "La leche es muy inocente para alguien como usted", le dice el barman que asume su trabajo como una penitencia por sus pecados del pasado y que siente que el mar le está juzgando todo el tiempo.

INVISIBLE WAVES es el canto de pajaritos mientras una mancha se extiende en el mar. Es paredes rugosas, es escalinatas de un callejón sin salida, es tapones de oídos, es un bolero bailado sin música, es la cara de un bebé, es un hotel tan laberíntico como un matadero donde me quedé una vez en un viaje de trabajo en Maracaibo. Les debo el nombre.

2 comentarios:

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