El fuego y la combustión pudieran asociarse con el placer del ardor sexual. Pero también con la destrucción. Materia orgánica carbonizada, reseca y de olor penetrante. WILD AT HEART es una metáfora de la descomposición como desembocadura inevitable del placer más ardiente. Desde el primer fotograma, el vuelo ominoso de los buitres acecha sobre la perfecta compenetración espiritual y sexual de dos amantes en fuga, Sailor Ripley (Nicolas Cage), el matón que fuma desde los 4 años, y la veinteañera Lula (Laura Dern). La llegada al tiempo abolido del pueblo tejano fantasma Big Tuna representa la pudrición y el empalagamiento de la hasta entonces indestructible química Sailor-Lula. El dial de radio atestado de noticieros macabros. Ella vomita en el suelo de la habitación del motel y el aroma pestilente, en vez de desvanecerse, se hace cada vez más nauseabundo.
WILD AT HEART es Bobby Perú, el personaje de Willem Dafoe al que le bastan un trío de escenas para convertirse en una de las presencias más perturbadoras de la contracultura cinematográfica contemporánea. Todavía, 17 años después, hay algún idiota del imperio editorial Urbe que se hace llamar Bobby Perú (“así, como el país”, según la presentación que hace Dafoe de sí mismo, para luego advertir diáfanamente: “Yo soy de todas partes”). Quizás la escena más estremecedora de WILD AT HEART es aquella en la que Bobby sorprende a Lula sola y la obliga a excitarse, como quien sigue los pasos mecánicos para activar una máquina, antes de despedirse con una risotada de travesura de carricito.
WILD AT HEART —irregular, desmesurada y cursi, como la vida misma— es también un tío chiflado que se mete cucarachas en el calzoncillo. Es un borracho de Nueva Orleans que habla como el Pato Donald y que produce el mismo miedo irracional que esos espantos de los llanos venezolanos que crecen en estatura a medida que se alejan. Es una camarera topless de medianoche con senos a la vieja usanza. Es “Wicked Game” de Chris Isaak de noche por la carretera. Es una Laura Dern calenturienta que se pinta de escarlata las uñas de los pies y le suelta a Nicolas Cage: “Me tienes más caliente que el asfalto de Georgia” / “Tienes el pipí más dulce de todos, hablas dentro de mí, me prestas atención, me llevas al arcoiris”. Es la chaqueta de piel de serpiente de Sailor, símbolo de su “individualidad y creencia en la libertad personal”.
Me pregunto si eran necesarias la bruja mala y el hada buena en WILD AT HEART. Está claro que el Maestro las bosqueja de una manera tan ridícula y forzada que no son más que chistes gruesos acerca del cine con final feliz opuesto a Lynch. Caricaturas deformes del mal y el bien. En el cine de Lynch, ya sabemos cuál de las dos fuerzas se impone siempre.
WILD AT HEART es Bobby Perú, el personaje de Willem Dafoe al que le bastan un trío de escenas para convertirse en una de las presencias más perturbadoras de la contracultura cinematográfica contemporánea. Todavía, 17 años después, hay algún idiota del imperio editorial Urbe que se hace llamar Bobby Perú (“así, como el país”, según la presentación que hace Dafoe de sí mismo, para luego advertir diáfanamente: “Yo soy de todas partes”). Quizás la escena más estremecedora de WILD AT HEART es aquella en la que Bobby sorprende a Lula sola y la obliga a excitarse, como quien sigue los pasos mecánicos para activar una máquina, antes de despedirse con una risotada de travesura de carricito.
WILD AT HEART —irregular, desmesurada y cursi, como la vida misma— es también un tío chiflado que se mete cucarachas en el calzoncillo. Es un borracho de Nueva Orleans que habla como el Pato Donald y que produce el mismo miedo irracional que esos espantos de los llanos venezolanos que crecen en estatura a medida que se alejan. Es una camarera topless de medianoche con senos a la vieja usanza. Es “Wicked Game” de Chris Isaak de noche por la carretera. Es una Laura Dern calenturienta que se pinta de escarlata las uñas de los pies y le suelta a Nicolas Cage: “Me tienes más caliente que el asfalto de Georgia” / “Tienes el pipí más dulce de todos, hablas dentro de mí, me prestas atención, me llevas al arcoiris”. Es la chaqueta de piel de serpiente de Sailor, símbolo de su “individualidad y creencia en la libertad personal”.
Me pregunto si eran necesarias la bruja mala y el hada buena en WILD AT HEART. Está claro que el Maestro las bosqueja de una manera tan ridícula y forzada que no son más que chistes gruesos acerca del cine con final feliz opuesto a Lynch. Caricaturas deformes del mal y el bien. En el cine de Lynch, ya sabemos cuál de las dos fuerzas se impone siempre.
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