Es diferente escribir para un periódico (con todas sus restricciones formales de distintas clasificaciones) y escribir para un blog. Si pudiera, escribiría sólo en el blog, pero por ahora es económicamente inviable. Desde hace un trío de semanas, gracias a personas que mucho me quieren y no por auténticos méritos, se me ha concedido una breve columna dominical de cine en el diario El Nacional. Curiosamente, la columna se llama "Ladrón de fotogramas", oficio que sólo puedo ejercer de manera literal en este blog. No me agrada la idea de mezclar la escritura del periódico con la escritura del blog. Sin embargo, me da mucha caspa escribir dos veces de una misma película, y (una razón de peso) El Nacional ha tenido problemas de distribución en las últimas semanas. Como decía Kotepa Delgado, escribe que algo queda. Quizás alguna de las frases escritas en la columna de prensa tenga algo de valor y responda a lo que sentí de verdad, y pueda dar pie a montar un debatecillo.
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Tersura y envidia
La pederastia es uno de los pocos tabúes que queda en pie. Un tema incómodo y políticamente incorrecto. Pero la turbación despertada por una piel tersa es una debilidad humana universal. Es como si en esos poros jóvenes, que desprenden un aroma natural que no se compra en ninguna perfumería, encontráramos el bálsamo para nuestras monstruosidades escondidas y nuestro horror a la muerte.
En Notas de un escándalo, del director inglés Richard Eyre, este vértigo cutáneo se disecciona en dos sentidos. Por un lado, la atracción de Sheba (Cate Blanchett), una joven profesora de Arte, hacia Steven (Andrew Simpson), su sensual y filoso alumno de 15 años de edad. Por el otro, el deseo nunca colmado de Bárbara (Judi Dench), profesora del mismo liceo de Londres, hacia Sheba. Anciana amargada, intrigante, envidiosa, solitaria y con una homosexualidad encharcada por décadas de represión, que cree conocer todos los resortes de la conducta humana, Bárbara adquiere, en la interpretación de Dench, casi las dimensiones del Tartufo de Molière.
La australiana Cate Blanchett nos tiene acostumbrados a papeles distantes, fríos o intelectualizados: ejemplo, la pitonisa Galadriel de El Señor de los Anillos o la turista obstinada y maniática que, en Babel, ordena sin éxito una Coca Cola Light en el desierto de Marruecos. Notas de un escándalo permite reconciliarse con una Blanchett más cotidiana, urbana y corpórea, que resulta potentemente atractiva. El soplo de la espontaneidad que nunca poseerá la insidiosa Bárbara, prendada de la blancura de la piel de sus senos y sus piernas.
La pederastia es uno de los pocos tabúes que queda en pie. Un tema incómodo y políticamente incorrecto. Pero la turbación despertada por una piel tersa es una debilidad humana universal. Es como si en esos poros jóvenes, que desprenden un aroma natural que no se compra en ninguna perfumería, encontráramos el bálsamo para nuestras monstruosidades escondidas y nuestro horror a la muerte.
En Notas de un escándalo, del director inglés Richard Eyre, este vértigo cutáneo se disecciona en dos sentidos. Por un lado, la atracción de Sheba (Cate Blanchett), una joven profesora de Arte, hacia Steven (Andrew Simpson), su sensual y filoso alumno de 15 años de edad. Por el otro, el deseo nunca colmado de Bárbara (Judi Dench), profesora del mismo liceo de Londres, hacia Sheba. Anciana amargada, intrigante, envidiosa, solitaria y con una homosexualidad encharcada por décadas de represión, que cree conocer todos los resortes de la conducta humana, Bárbara adquiere, en la interpretación de Dench, casi las dimensiones del Tartufo de Molière.
La australiana Cate Blanchett nos tiene acostumbrados a papeles distantes, fríos o intelectualizados: ejemplo, la pitonisa Galadriel de El Señor de los Anillos o la turista obstinada y maniática que, en Babel, ordena sin éxito una Coca Cola Light en el desierto de Marruecos. Notas de un escándalo permite reconciliarse con una Blanchett más cotidiana, urbana y corpórea, que resulta potentemente atractiva. El soplo de la espontaneidad que nunca poseerá la insidiosa Bárbara, prendada de la blancura de la piel de sus senos y sus piernas.
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