Tomado de la columna EL DEDO EN EL OJO (diario Últimas Noticias, Caracas, jueves 4 de enero de 2007): "Era de esperarse que la llegada de una nueva temporada de vacaciones trajera consigo el estreno de un filme animado protagonizado por pingüinos, tomando en cuenta la popularidad de estas aves gracias al éxito de LA MARCHA DE LOS PINGÜINOS (LA MARCHE DE L'EMPEREUR, Luc Jacquet, 2005). El trailer de HAPPY FEET la presenta como un musical, es decir, puro baile, canto y diversión. La realidad es otra, pues nos encontramos frente a un auténtico melodrama que narra la historia de un pingüino 'diferente' rechazado por su grupo, que lucha contra la adversidad y logra, finalmente, ser aceptado por los suyos. En medio de todo esto van algunas escenas de romance musical, de comedia e incluso de acción, pero siempre prevalece el tono melodramático. Hasta la subtrama ambientalista que constituye el telón de fondo de la historia -la hambruna de la fauna antártica debido a la actividad pesquera-da ganas de llorar" (MARÍA GABRIELA COLMENARES)
Agrego a lo escrito por Colmenares:
Cuando en 1995 se estrenó TOY STORY, los estudios Pixar no sólo introdujeron una revolución en el cine con la animación tridimensional computarizada, sino que también establecieron unos estándares elevados de calidad narrativa para este tipo de películas. Estándares que mantuvieron después nuevos estudios competidores de animación como Pacific Data Images-Dreamworks (SHREK, 2001) y, en menor medida, Blue Sky-20th Century Fox (ICE AGE, 2002). Pero ahora la cosa se ha convertido en perreo, y HAPPY FEET, vinculada a los estudios Warner Bros, es un ejemplo de esta saturación y degeneración que le pueden ocasionar un daño irreversible a la animación tridimensional.
HAPPY FEET es como el gobierno de Chávez, que empezó con unas palabras bonitas en el Hilton y ha degenerado en una montaña rusa de arroz con mango de rumbos siempre impredecibles. Al principio, nos conquista un pichón de pingüino irresistible (¿quién se resiste ante un cachorro de cualquier criatura animal, incluida la humana? Lo malo es que luego crecen). Nunca en el resto de mi vida olvidaré la imagen en la que el pequeño Mumble se queda llorando en soledad dentro de una cavidad helada luego de que ha sido atacado por aves rapaces. Hasta ahí vamos bien. Luego Mumble se convierte en adolescente con retardo de madurez física, y entonces ya deja de ser simpático, porque además, a medida que se va desarrollando la película, adquiere ciertos rasgos de enajenamiento fundamentalista. La entrada de escena de unos geniales pingüinos enanos con acento cubano que bailan mambo (quiero ver la versión en idioma inglés para saber si son tan divertidos) logra sostener la película, a pesar de Mumble. Pero HAPPY FEET es extremadamente larga (108 minutos), enredada y truculenta para tratarse de un filme de animación, y adolece de un grave pasticho de géneros cinematográficos. Me parecieron lamentables las alusiones de tipo religioso sobre un supuesto dios pingüino que sirve para mantener el statu quo y el liderazgo conservador (vaya manera de empastelar una película), y también esas ladillisimas coreografías y zapateos masivos tan gringos, que me hacen recordar a las cheer leaders de los equipos universitarios de fútbol americano. Pésimo y contraproducente el manejo del tema ecologista. Fíjense en CARS (2006), de todo un maestro y pionero de la animación digital, John Lasseter: él si supo infiltrar con habilidad y buen gusto, en una película sobre carritos para toda la familia, el problema real de los pueblos rurales del centro geográfico de Estados Unidos cuya demografía se hace cada vez más escuálida y envejecida. Con vaselina, no a lo bruto, como en HAPPY FEET.
George Miller es el australiano que dirigió la saga MAD MAX, THE WITCHES OF EASTWICK, LORENZO'S OIL y la segunda parte de BABE, entre otras. Probablemente sufre los severos efectos de la quemazón y la fumadera de lumpia. Señor, no vuelva a dirigir películas de animación digital, déjeselo a los que saben.
Agrego a lo escrito por Colmenares:
Cuando en 1995 se estrenó TOY STORY, los estudios Pixar no sólo introdujeron una revolución en el cine con la animación tridimensional computarizada, sino que también establecieron unos estándares elevados de calidad narrativa para este tipo de películas. Estándares que mantuvieron después nuevos estudios competidores de animación como Pacific Data Images-Dreamworks (SHREK, 2001) y, en menor medida, Blue Sky-20th Century Fox (ICE AGE, 2002). Pero ahora la cosa se ha convertido en perreo, y HAPPY FEET, vinculada a los estudios Warner Bros, es un ejemplo de esta saturación y degeneración que le pueden ocasionar un daño irreversible a la animación tridimensional.
HAPPY FEET es como el gobierno de Chávez, que empezó con unas palabras bonitas en el Hilton y ha degenerado en una montaña rusa de arroz con mango de rumbos siempre impredecibles. Al principio, nos conquista un pichón de pingüino irresistible (¿quién se resiste ante un cachorro de cualquier criatura animal, incluida la humana? Lo malo es que luego crecen). Nunca en el resto de mi vida olvidaré la imagen en la que el pequeño Mumble se queda llorando en soledad dentro de una cavidad helada luego de que ha sido atacado por aves rapaces. Hasta ahí vamos bien. Luego Mumble se convierte en adolescente con retardo de madurez física, y entonces ya deja de ser simpático, porque además, a medida que se va desarrollando la película, adquiere ciertos rasgos de enajenamiento fundamentalista. La entrada de escena de unos geniales pingüinos enanos con acento cubano que bailan mambo (quiero ver la versión en idioma inglés para saber si son tan divertidos) logra sostener la película, a pesar de Mumble. Pero HAPPY FEET es extremadamente larga (108 minutos), enredada y truculenta para tratarse de un filme de animación, y adolece de un grave pasticho de géneros cinematográficos. Me parecieron lamentables las alusiones de tipo religioso sobre un supuesto dios pingüino que sirve para mantener el statu quo y el liderazgo conservador (vaya manera de empastelar una película), y también esas ladillisimas coreografías y zapateos masivos tan gringos, que me hacen recordar a las cheer leaders de los equipos universitarios de fútbol americano. Pésimo y contraproducente el manejo del tema ecologista. Fíjense en CARS (2006), de todo un maestro y pionero de la animación digital, John Lasseter: él si supo infiltrar con habilidad y buen gusto, en una película sobre carritos para toda la familia, el problema real de los pueblos rurales del centro geográfico de Estados Unidos cuya demografía se hace cada vez más escuálida y envejecida. Con vaselina, no a lo bruto, como en HAPPY FEET.
George Miller es el australiano que dirigió la saga MAD MAX, THE WITCHES OF EASTWICK, LORENZO'S OIL y la segunda parte de BABE, entre otras. Probablemente sufre los severos efectos de la quemazón y la fumadera de lumpia. Señor, no vuelva a dirigir películas de animación digital, déjeselo a los que saben.
2 comentarios:
Feliz Año Bro... no me respondiste mi post que estabamos tratando en el de Juliet Lima.
Gracias por citarme, Alexis. Seguiré visitando tu blog. Saludos,
MGC
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