Bajo el título de LEYENDAS DE FANTASMAS, en estos días se exhibe en la cartelera comercial de Caracas una película sueca de horror del año 2004. Me imagino la conversación entre los ejecutivos de la compañía distribuidora Blancica: "¡Coño, chico! ¿Qué te parece si aprovechamos que estamos en enero y soltamos la vaina sueca esa de terror que tenemos en el galpón, la que nos vendieron en el lote? La gente siempre va a ver esas vainas de fantasmas y de matazón".
STRANDVASKAREN se desarrolla en una especie de internado universitario rural de valores conservadores para sifrinitos suecos, Hellestad, donde no se permite el uso de teléfonos celulares. En el colegio se suicidó hace poco una chica de nombre Rebecka y circulan leyendas sobre un zombie asesino. En el colegio hay una rectora gozona con las lolas caídas (¡cómo se rieron de ella en la sala del Metrocenter!). Hay un profesor de literatura que es una especie de Flavio Caballero sueco. Hay una protagonista nada carismática que es como una Anna Paquin sueca, guardando las distancias. Tiene una amiga tonta, rubia y tetona, algo así como una Ámbar Díaz sueca. Como en todo salón de clases, hay unos chicos malos, que en este caso son tan estúpidos que parecen integrantes del RBD sueco. Vaya peas que se mandan los colegiales suecos. Uno de los alumnos del internado afirma que está haciendo una tesis sobre el honroso tercer lugar de Suecia en el Mundial de fútbol de Estados Unidos 1994 y sobre la actuación del guardameta Thomas Ravelli, y eso me pareció de lo más interesante de la peliculita. Jodienda aparte y paja aparte acerca la importancia de la diversificación cultural en las salas dominadas por el oligopolio imperialista capitalista de Hollywood, STRANDVASKAREN es un filme de muy dudoso valor y raspado en el boletín de la creatividad. Lo único atractivo de esta experiencia cinematográfica puede ser, en todo caso, precisamente la curiosidad de ver las peculiaridades de los suecos, que tampoco son demasiado peculiares en este mundo donde todos usamos blue jean.
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