El cine alternativo estadounidense y la familia disfuncional estadounidense, round número mil, aunque LITTLE MISS SUNSHINE está inteligentemente confeccionada para todo público y ya se puede hablar de ella como un clásico familiar a lo CINEMA PARADISO. He aquí el clan Hoover. Un abuelo cocainómano y pornófilo que le enseña coreografías de bar de striptease a su nieta de 6 años (Alan Arkin). Dwayne (Paul Dano), un adolescente muy Smashing Pumpkin que ha hecho un voto inquebrantable de silencio y que admira a Nietzche. Richard (Greg Kinnear), un padre de familia que imparte cursos de superación familiar y se sabe al caletre las 9 reglas para convertirse en un ganador en la vida. Sheryl (Toni Collette), una mamá que cumple más o menos los parámetros racional-irracionales de toda mamá. Olive (Abigail Breslin), la chiquilla miope que representará a la desértica localidad de Albuquerque en Little Miss Sunshine, un concurso de belleza para niñas barbies sifrinas de California (vaya criaturitas y vaya ecocidio de laca). Y Frank (Steve Carell), el tío solterón y homosexual, profesor de literatura experto en Marcel Proust, que se recupera de un intento de suicidio y una depresión amorosa.
La frase de la película: un policía motorizado manda a detener a la furgoneta de los Hoover y Richard advierte al grupo familiar: "Todo el mundo trate de ser normal". Ponían en una revista Rolling Stone que todas las familias son como la Ozzie Osbourne. O dicho de otra manera, como los Locos Adams. La mía de primerita. Cuántas veces no he tenido ganas de gritar como Dwayne: los odio a todos, representan el fracaso, el divorcio, el suicidio, la bancarrota, etc, etc (en mi casa está de moda aquello del bankruptcy). Pero es lo que uno tiene. De allí la metáfora de la vieja camioneta Van amarilla: todos deben empujar para que arranque. Para mi gusto, lo mejor de LITTLE MISS SUNSHINE es la reivindicación del personaje de Greg Kinnear, quien de entrada suma todos los puntos del villano insensible, pero termina como el gringo que tiene medio dedo de frente, pero que también es buena gente y tenaz. Sus 9 reglas para la felicidad no son del todo inútiles. También hay aquí una reivindicación de la infancia. El desenlace del concurso de belleza es una imagen cinematográfica subversiva. Me pregunto si LITTLE MISS SUNSHINE hubiera funcionado sin el personaje de Frank, que al principio pensé que tendría más peso. Su cita final a Proust la sentí superficial. La respuesta es que quizás sí, aunque Frank es utilizado por Dayton y Faris como una especie de conciencia observadora y de contrapeso cultural a la América de Bush y Rumsfeld. "Sólo la familia es capaz de defender a la persona del Estado", dice la escritora rusa Liudmila Ulitskaya. Como en el cine de M. Night Shyamalan, hay aquí un doble llamado político: por un lado, a la introspección de los valores de la comunidad y de la familia como redención para Estados Unidos; por el otro, al aprendizaje sobre otras culturas extranjeras, generalmente ignoradas por el gringo promedio.
"El sarcasmo es la herramienta de los perdedores" (Richard). Qué fuerte, me dolió.
4 comentarios:
Dicen que hacer reir es mas dificil que hacer llorar. Nada mas acertado para esta pelicula de "Pequeña miss Sunshine" Sin gracia; anodina y previsible. El cine norteamericano(EE UU)es amante de las "Road Muvie" o cine de carretera o camino. En el mismo, el(los) protagonista(s) inician un recorrido que les cambiara la vida o su forma de verla. "Pequeña....es una muestra de esta forma de hacer cine pero....fallida. Los personajes no son creibles pues todos responden a un arquetipo. Esto mismo impide que se desarrollen. La estetica de la pelicula recuerda a las series de television de los años cincuenta. Que me perdone Alan Arkin, pero no se en que se baso la academia para otorgarle el Oscar como mejor actor de reparto. Mencion aparte merece la niña - Abigail Breslin - quien transmite frescura y encanto en un elenco enbutido en la camisa de fuerza de sus acartonados personajes.
no sé cuándo se perdió la rica experiencia de "ver una película". No importa si hay oscares de por medio; no importa si conoces la carrera del director; no importa si los personajes son creíbles o no. Obviamente no son creíbles. Estan en una pantalla. Creo que se debería partir de allí. Luego, lo importante, para mí, es que me toquen una fibra. No importa si me hizo reir, si me dejó pensando en mis deudas, o simplemente me sacó la lagrimita respectiva en la última escena. Es una peli. Creo que es una de las pocas cosas que aún disfruto sin ponerle etiquetas o comentarios adosados. Leo esto: "Cuántas veces no he tenido ganas de gritar como Dwayne: los odio a todos, representan el fracaso, el divorcio, el suicidio, la bancarrota, etc, etc (en mi casa está de moda aquello del bankruptcy). Pero es lo que uno tiene." y es suficiente. Te movió una fibra, te hizo recordar algo y ya está. Eso para mí vale mil veces más que los oscares, las pintas de los actores, las citas de los críticos, y toda esa paja que ensucia lo importante. Esta peli es buenísima. Y lo digo porque me la disfrute completica y la vería 3 veces más.
Pablo: cine fallido? lo dudo.
Samantha. Eso es lo marabilloso del cine: que es subjetivo. Me encanta tu duda
Yo sólo podía pensar en que Dayton y Faris fueron los directores de los grandes videos, o parte de ellos, de los 90.
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