La humanidad tiene todavía una esperanza. Y con CHILDREN OF MEN, el cine también. Estamos en noviembre de 2027 y debido a un mal genético desconocido, en la Tierra no nacen niños humanos desde hace 18 años; el último parto registrado ocurrió, ¿dónde más?, en Argentina. En la mayoría de las grandes ciudades del mundo reina el caos, incluida Caracas, donde ya están acostumbrados desde 1989. En Londres se vive una calma frágil: los musulmanes, perseguidos, montan una Intifada; los inmigrantes ilegales son encerrados en jaulas y el grupo terrorista The Fishes se alza en armas para defender sus derechos. Como en 1984 de Michael Radford, la salvación podría estár en los suburbios. Clive Owen, quien debió haber sido el James Bond de CASINO ROYALE en vez de ese macaco albino de Daniel Craig (después llaman monos a los hombres de raza negra), transporta su digno escepticismo por toda la película. El caricaturista mariguanero e izquierdista Jasper Palmer (¡insuperable Michael Caine!) es el amigo en cuya casa todos quisiéramos pasar la noche cuando no hay escape. Tenía tiempo, quizás años, sin ver una película elaborada de una manera tan sensible en lo visual y lo auditivo: cacareo de gallinas, una anciana originaria de Georgia que canta nanas, neblinosas atmósferas de naufragio y gran cantidad de analogías cristianas. Cerca del final de CHILDREN OF MEN, un magistral plano secuencia de más de 6 minutos de duración te aplasta en la cara la sensación de cómo es estar en una calle de una ciudad en guerra civil, cómo debió haber sido el horror, por ejemplo, de los Balcanes. El cine vive.
27 enero 2007
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2 comentarios:
Durante toda la película tuve esa sensación que me persigue, como un fantasma, esa que te envuelve en un futuro donde sólo ves grises, oscuros azules verdosos de una atmósfera enferma de nuestra entropía. Una que nos consume y a la que sólo puedes sentir resignación e impotencia, la esencia del hombre no va a cambiar ni siquiera porque él mismo esté en juego.
No.
Y como las visiones que tengo obedecen más a una razón particular, me sumerjo en lo inevitable, en la miseria y redención a la que nuestra esencia nos somete -nuevamente- en un futuro no muy lejano.
No se trata de que el humano no pueda reproducirse a sí mismo, es más bien cómo no puede entenderse y mezclarse, así esté condenado a amarse.
Sublimes el amor herido y postergado (Clive Owen y Juliane Moore), la sabiduría pueril pero desgarradoramente oportuna del caricaturista nunca inocente (Michael Caine), la gitana, ese guardián del umbral, el que no entra ni sale, conoce su lugar, sabe cuál es su papel en eso que nadie entiende bien hasta cuando empieza a llamarse historia; la sencillez de la futura madre, instintiva como seguramente la mujer lo fue en un principio, antes de que olvidara ser mujer.
Y es que recuerdo sonriente como a pesar de su inocencia interrumpida, esa mujer de raza relucía en medio de vacas, en un establo donde sólo su instinto y carácter propios le indicaron el camino. Mágico. Al lado de un ser que tiene que recordar ser hombre. Memorable.
De verdad Alexis, siento muchas cosas... tan sólo estar descalzo cuando "salvas el mundo" abre todas las sensaciones que puedas imaginar. Y es que ésta es una de esas cuando dices: "Existimos. Y vale la pena".
Carajo. El que se siente sumamente pueril luego de leerte soy yo. Gracias. Mi piche blog no se merecía este aporte sublime.
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