30 enero 2007

BABEL (2006) - Alejandro González Iñárritu


Un atentado terrorista que no es tal y que muy probablemente no ocasionará víctimas mortales. Un suicidio frustrado. Un par de helicópteros salvadores. Una incidente en el desierto de Mojave cuyo desenlace pudo ser mucho más trágico. Abrazos de padres e hijos (¿el refugio en la familia como única posibilidad de salvación?). Una sordomuda japonesa en una discoteca de Tokio, la capital por excelencia de los estímulos, y lo que es peor aún: una sordomuda japonesa sin pantaletas en una discoteca de Tokio (vaya secuencia brillantemente dirigida). Un desaparecido: Santiago. Un único muerto: Ahmed. Un descubrimiento musical: "Cumbia sobre el río" de Celso Pina. Un sobreactuado: Brad Pitt. Tres personajes a quienes sentí entrañablemente cercanos: 1. Yussef, pastorcito marroquí de personalidad gigante, con una puntería envidiable y que expresa su sexualidad en un entorno represivo; 2. Yasujiro, japonés maduro sumamente atractivo y aplomado, con del corte de cabello del "Puma" José Luis Rodríguez; 3. El hijo de Amelia, el muchacho que se casa con música grupera y coros de "Mesa que más aplauda" (tremenda rumba texmex), buen mozo a su manera, con la misma corbatica de medallón que puso de moda Sergio Pérez en Venezuela a finales de los años 80. Catires imbéciles del primer mundo que pretenden encontrar aire acondicionado, Coca Cola Light fría y ambulancias en los desiertos de Marruecos.
Documento sobre la incomunicación y sobre la desesperación sordomuda de la incomunicación. Uno puede ponerse ladilla y empezar a criticar algunos detalles: 1. La manera en que el personaje de Yasujiro es relacionado con las otras dos subtramas es no poco jalada de los pelos. 2. Es un poco absurdo presentarse en un punto de control para ingresar en Estados Unidos manejando ebrio y con dos niños gringos; eso no es como ir a La Victoria. Aunque convengamos en que BABEL es una película sobre las consecuencias insospechadas de lo aparentemente absurdo. 3. El recorrido de la bala que hiere a Cate Blanchett. Son nimiedades, pero igual percibo que BABEL no tiene la misma contundencia de AMORES PERROS. Y cada vez me siento más escéptico acerca de que un abrazo sea el enjuague para los males que afligen al mundo. Hablando en términos de Oscar, me parece que LITTLE MISS SUNSHINE es un poco más "película" que BABEL, por lo menos en un sentido narrativo estricto, y que muchos de los votantes van a concluir que premiar a BABEL sería como un CRASH parte 2 demasiado seguido.

27 enero 2007

CHILDREN OF MEN (2006) - Alfonso Cuaron

La humanidad tiene todavía una esperanza. Y con CHILDREN OF MEN, el cine también. Estamos en noviembre de 2027 y debido a un mal genético desconocido, en la Tierra no nacen niños humanos desde hace 18 años; el último parto registrado ocurrió, ¿dónde más?, en Argentina. En la mayoría de las grandes ciudades del mundo reina el caos, incluida Caracas, donde ya están acostumbrados desde 1989. En Londres se vive una calma frágil: los musulmanes, perseguidos, montan una Intifada; los inmigrantes ilegales son encerrados en jaulas y el grupo terrorista The Fishes se alza en armas para defender sus derechos. Como en 1984 de Michael Radford, la salvación podría estár en los suburbios. Clive Owen, quien debió haber sido el James Bond de CASINO ROYALE en vez de ese macaco albino de Daniel Craig (después llaman monos a los hombres de raza negra), transporta su digno escepticismo por toda la película. El caricaturista mariguanero e izquierdista Jasper Palmer (¡insuperable Michael Caine!) es el amigo en cuya casa todos quisiéramos pasar la noche cuando no hay escape. Tenía tiempo, quizás años, sin ver una película elaborada de una manera tan sensible en lo visual y lo auditivo: cacareo de gallinas, una anciana originaria de Georgia que canta nanas, neblinosas atmósferas de naufragio y gran cantidad de analogías cristianas. Cerca del final de CHILDREN OF MEN, un magistral plano secuencia de más de 6 minutos de duración te aplasta en la cara la sensación de cómo es estar en una calle de una ciudad en guerra civil, cómo debió haber sido el horror, por ejemplo, de los Balcanes. El cine vive.

25 enero 2007

AL BORDE DE LA LÍNEA (2007) - Carlos Villegas Rosales

"In-com-pren-si-ble", como decía Miguelángel Landa en Bienvenidos. Siglo XXI adentro, mientras el país se cae y la orden es tomar a la CANTV por asalto, una tontísima empleada de la Fuller sueña con casarse de velo y corona (una chama así sólo existe hoy en la imaginación del director Carlos Villegas), y luego de 90 minutos en los que sus grandes ojos marrones reflejan sus desengaños y emanan perlas negras que se deslizan por sus mejillas —Yordano dixit—, descubre, al borde del mar Caribe y con sus lindos bates al aire, que el destino no existe y que "no tiene nada que perder". Claudia es interpretada por Daniela Bascopé, que enseña las lolas de manera gratuita en una película venezolana: ¡bienvenida al club, Elba Escobar da una recepción en tu honor!; la entrevistarán en la revista Ronda y declarará: "El desnudo era totalmente justificado y artístico".
De Claudia está enamorado solo Salvador (Roque Valero), un enigmático forense cojo y lírico. Pero Claudia está enamorada sola de Juan Montero (Jerónimo Gil), un cantante de baladas a lo Henry Zakka. Y Juan está enamorado solo de Perla (Dad Dager, nuestra Holly Hunter criolla). Caridad Canelón es la Caridad Canelón de toda la vida, con la salvedad de que dice un par de groserías que no le salen de manera natural. Una visión falseada y pobre del mundo burdelesco y de los hoteles mataderos, con los tópicos de siempre: la poceta no tan sucia, el canal 3 en la TV, la parejita desesperada (un cameo de Lourdes Valera y Luis Alberto Lamata). ¡Oh, descubrimos que la Bascopé se echa agua oxigenada en los brazos y que todavía hay tipos que usan cámaras Polaroid! Líneas estelares de la Bascopé: "Es raro sentir que se mata a alguien, ¿verdad?". Intertítulos cada media hora sobre fondo negro para darle su toque "posmo" a la narración: "La suerte". "El corazón". "El destino".
Algunas cosillas interesantes. Las actuaciones de los veteranos Aníbal Grunn como el perro de presa Salas, Julio Mota como el gandolero y Jesús Monserrat como Nemesio; con ellos tres de protagonistas, AL BORDE DE LA LÍNEA era mil veces más interesante. Ciertas tomas de interés geo-espacial: los planos de ubicación del hotel El Crepúsculo de Venus y una gasolinera que se parece a la que está en la entrada de Lecherías, llegando por la Autopista Regional del Centro. La escena final supongo que es por los lados de Los Caracas-Anare. Pero mi impresión es que AL BORDE DE LA LÍNEA está en estado de coma antes de nacer por su "idea" principal. ¿Quién aprueba estos guiones, por qué tamiz pasan? Mientras tanto, Alejandro González Iñárritu anda por ahí con BABEL. Luis Urbaneja, un pana brillantísimo que escribía en la revista Encuadre, tenía una explicación. En México, los cineastas no reniegan de su pasado clásico. A Carlos Villegas y al resto de nuestros amigos de la generación ELIPSIS deberían encerrarlos y obligarlos a ver LA QUEMA DE JUDAS, JUAN TOPOCHO, LA EMPRESA PERDONA UN MOMENTO DE LOCURA o EL ILUMINADO de Jesús Enrique Guédez.

20 enero 2007

LITTLE MISS SUNSHINE (2006) - Jonathan Dayton y Valerie Faris

El cine alternativo estadounidense y la familia disfuncional estadounidense, round número mil, aunque LITTLE MISS SUNSHINE está inteligentemente confeccionada para todo público y ya se puede hablar de ella como un clásico familiar a lo CINEMA PARADISO. He aquí el clan Hoover. Un abuelo cocainómano y pornófilo que le enseña coreografías de bar de striptease a su nieta de 6 años (Alan Arkin). Dwayne (Paul Dano), un adolescente muy Smashing Pumpkin que ha hecho un voto inquebrantable de silencio y que admira a Nietzche. Richard (Greg Kinnear), un padre de familia que imparte cursos de superación familiar y se sabe al caletre las 9 reglas para convertirse en un ganador en la vida. Sheryl (Toni Collette), una mamá que cumple más o menos los parámetros racional-irracionales de toda mamá. Olive (Abigail Breslin), la chiquilla miope que representará a la desértica localidad de Albuquerque en Little Miss Sunshine, un concurso de belleza para niñas barbies sifrinas de California (vaya criaturitas y vaya ecocidio de laca). Y Frank (Steve Carell), el tío solterón y homosexual, profesor de literatura experto en Marcel Proust, que se recupera de un intento de suicidio y una depresión amorosa.

La frase de la película: un policía motorizado manda a detener a la furgoneta de los Hoover y Richard advierte al grupo familiar: "Todo el mundo trate de ser normal". Ponían en una revista Rolling Stone que todas las familias son como la Ozzie Osbourne. O dicho de otra manera, como los Locos Adams. La mía de primerita. Cuántas veces no he tenido ganas de gritar como Dwayne: los odio a todos, representan el fracaso, el divorcio, el suicidio, la bancarrota, etc, etc (en mi casa está de moda aquello del bankruptcy). Pero es lo que uno tiene. De allí la metáfora de la vieja camioneta Van amarilla: todos deben empujar para que arranque. Para mi gusto, lo mejor de LITTLE MISS SUNSHINE es la reivindicación del personaje de Greg Kinnear, quien de entrada suma todos los puntos del villano insensible, pero termina como el gringo que tiene medio dedo de frente, pero que también es buena gente y tenaz. Sus 9 reglas para la felicidad no son del todo inútiles. También hay aquí una reivindicación de la infancia. El desenlace del concurso de belleza es una imagen cinematográfica subversiva. Me pregunto si LITTLE MISS SUNSHINE hubiera funcionado sin el personaje de Frank, que al principio pensé que tendría más peso. Su cita final a Proust la sentí superficial. La respuesta es que quizás sí, aunque Frank es utilizado por Dayton y Faris como una especie de conciencia observadora y de contrapeso cultural a la América de Bush y Rumsfeld. "Sólo la familia es capaz de defender a la persona del Estado", dice la escritora rusa Liudmila Ulitskaya. Como en el cine de M. Night Shyamalan, hay aquí un doble llamado político: por un lado, a la introspección de los valores de la comunidad y de la familia como redención para Estados Unidos; por el otro, al aprendizaje sobre otras culturas extranjeras, generalmente ignoradas por el gringo promedio.


"El sarcasmo es la herramienta de los perdedores" (Richard). Qué fuerte, me dolió.

15 enero 2007

DIE WEISSE MASSAI (2005) - Hermine Huntgeburth


Las películas pesimistas no son la mayoría. Las películas que invitan a la tertulia luego de salir de la sala tampoco son la mayoría. DER WEISSE MASSAI es una película radical-feminista, eurocentrista y no del todo resuelta, pero al mismo tiempo es francamente pesimista e invita a la tertulia. Carola (Nina Hoss) es una atractiva rubia suiza a la que le podríamos calcular entre 28 y 32 años de edad. Está de vacaciones en Kenia con un noviecito mariguanero y bastante gafo. Carola se enamora a primerísima vista de Lemalian (Jacky Ido), miembro del grupo étnico Masai, que según aprendimos en las revisticas Geomundo, es uno de los pueblos ganaderos más altivos de África. No es muy difícil entender a Carola: Lemalian, con su larga melena trenzada y roja, es uno de los hombres negros más apuestos y de mayor garbo que usted haya visto en una pantalla de cine. Contra viento y marea, Carola deja toda su civililización atrás y emprende de manera irreversible un derrotero que parece sumamente irracional: ha decidido que Lemalian es el hombre de su vida y se va detrás de él a sus tierras de pastoreo. Mientras veía la película pensaba en una canción de Coldplay con un verso que dice: "Nobody said it was easy". Carola sabe que no será fácil. Está consciente de que su aventura tiene grandes probabilidades de fracasar, pero aun así, no arruga. Es optimista, apasionada y valiente. No le teme a los bichos, al calorón ni al hecho de que Lemalian, en términos sexuales, sea una maquinaria perfecta que carece de manual de instrucciones. Por momentos parece que será posible la historia de amor entre el orgulloso Masai y la rubia suiza, pero los abismos culturales se imponen.

Tengo la teoría de que lo que hace imposible la relación entre Lemalian y Carola es la circunstancia de que ella decida seguir siendo una mujer independiente en lo económico. Aunque te metas 50 cassettes de apertura mental, si hay algo que siempre nos descoloca a los hombres de todas las tribus es una mujer económicamente independiente. Lemalian se ha formado dentro de una cultura (machista para nuestros parámetros) en la que el hombre se asume como único proveedor del sustento alimentario para el grupo familiar. Cuando Carola hace dinero por su propia cuenta, y comercia y consume una alimentación diversificada, distinta a la que le provee Lemalian, se germina la semilla de la catástrofe. ¿Hubieran sido felices Carola y Lemalian al radicarse en un contexto rancho-urbano como el de Nairobi, donde él está mucho menos supeditado a las tradiciones de su entorno pastoril? Probablemente no, pues tarde o temprano él se habría convertido en mantenido de ella, algo inaceptable para su orgullo. Una amiga me hizo una acotación bien interesante: Lemalian es un guerrero sin guerra. Los Masai, reducidos hoy a un territorio geográfico muy pequeño, cada vez tienen menos glorias para contar, y esto forma parte del caldo de cultivo del desastre.

DER WEISSE MASSAI fue dirigida por una directora alemana, Hermine Huntgeburth, probablemente lesbiana, según intuyo al ver sus fotos en Google. Su película es etnocentrista, aunque me pregunto qué occidental podría no serlo en África. Huntgeburth asume una postura muy crítica, por ejemplo, ante la tradición de la ablación entre los Masai (la reacción de Carola resulta algo desmesurada e infantil), y siento que en ningún momento se introduce un alegato que introduzca un mínimo de equilibrio e intente explicar desde algún punto de vista (¿higiénico? ¿sexual?) esta tradición cultural tan chocante. También siento que hay una tendencia a que Lemalian aparezca reflejado como el intolerante, y Carola como la víctima. No entiendo muy bien por qué Lemalian aparece con barba de tres días en algunas escenas en las que se constata su decadencia moral, cuando me da la impresión de que es un pueblo lampiño.

12 enero 2007

STRANDVASKAREN (2004), de Mikael Håfström


Bajo el título de LEYENDAS DE FANTASMAS, en estos días se exhibe en la cartelera comercial de Caracas una película sueca de horror del año 2004. Me imagino la conversación entre los ejecutivos de la compañía distribuidora Blancica: "¡Coño, chico! ¿Qué te parece si aprovechamos que estamos en enero y soltamos la vaina sueca esa de terror que tenemos en el galpón, la que nos vendieron en el lote? La gente siempre va a ver esas vainas de fantasmas y de matazón".

STRANDVASKAREN se desarrolla en una especie de internado universitario rural de valores conservadores para sifrinitos suecos, Hellestad, donde no se permite el uso de teléfonos celulares. En el colegio se suicidó hace poco una chica de nombre Rebecka y circulan leyendas sobre un zombie asesino. En el colegio hay una rectora gozona con las lolas caídas (¡cómo se rieron de ella en la sala del Metrocenter!). Hay un profesor de literatura que es una especie de Flavio Caballero sueco. Hay una protagonista nada carismática que es como una Anna Paquin sueca, guardando las distancias. Tiene una amiga tonta, rubia y tetona, algo así como una Ámbar Díaz sueca. Como en todo salón de clases, hay unos chicos malos, que en este caso son tan estúpidos que parecen integrantes del RBD sueco. Vaya peas que se mandan los colegiales suecos. Uno de los alumnos del internado afirma que está haciendo una tesis sobre el honroso tercer lugar de Suecia en el Mundial de fútbol de Estados Unidos 1994 y sobre la actuación del guardameta Thomas Ravelli, y eso me pareció de lo más interesante de la peliculita. Jodienda aparte y paja aparte acerca la importancia de la diversificación cultural en las salas dominadas por el oligopolio imperialista capitalista de Hollywood, STRANDVASKAREN es un filme de muy dudoso valor y raspado en el boletín de la creatividad. Lo único atractivo de esta experiencia cinematográfica puede ser, en todo caso, precisamente la curiosidad de ver las peculiaridades de los suecos, que tampoco son demasiado peculiares en este mundo donde todos usamos blue jean.

04 enero 2007

HAPPY FEET (2006), de George Miller


Tomado de la columna EL DEDO EN EL OJO (diario Últimas Noticias, Caracas, jueves 4 de enero de 2007): "Era de esperarse que la llegada de una nueva temporada de vacaciones trajera consigo el estreno de un filme animado protagonizado por pingüinos, tomando en cuenta la popularidad de estas aves gracias al éxito de LA MARCHA DE LOS PINGÜINOS (LA MARCHE DE L'EMPEREUR, Luc Jacquet, 2005). El trailer de HAPPY FEET la presenta como un musical, es decir, puro baile, canto y diversión. La realidad es otra, pues nos encontramos frente a un auténtico melodrama que narra la historia de un pingüino 'diferente' rechazado por su grupo, que lucha contra la adversidad y logra, finalmente, ser aceptado por los suyos. En medio de todo esto van algunas escenas de romance musical, de comedia e incluso de acción, pero siempre prevalece el tono melodramático. Hasta la subtrama ambientalista que constituye el telón de fondo de la historia -la hambruna de la fauna antártica debido a la actividad pesquera-da ganas de llorar" (MARÍA GABRIELA COLMENARES)

Agrego a lo escrito por Colmenares:

Cuando en 1995 se estrenó TOY STORY, los estudios Pixar no sólo introdujeron una revolución en el cine con la animación tridimensional computarizada, sino que también establecieron unos estándares elevados de calidad narrativa para este tipo de películas. Estándares que mantuvieron después nuevos estudios competidores de animación como Pacific Data Images-Dreamworks (SHREK, 2001) y, en menor medida, Blue Sky-20th Century Fox (ICE AGE, 2002). Pero ahora la cosa se ha convertido en perreo, y HAPPY FEET, vinculada a los estudios Warner Bros, es un ejemplo de esta saturación y degeneración que le pueden ocasionar un daño irreversible a la animación tridimensional.

HAPPY FEET es como el gobierno de Chávez, que empezó con unas palabras bonitas en el Hilton y ha degenerado en una montaña rusa de arroz con mango de rumbos siempre impredecibles. Al principio, nos conquista un pichón de pingüino irresistible (¿quién se resiste ante un cachorro de cualquier criatura animal, incluida la humana? Lo malo es que luego crecen). Nunca en el resto de mi vida olvidaré la imagen en la que el pequeño Mumble se queda llorando en soledad dentro de una cavidad helada luego de que ha sido atacado por aves rapaces. Hasta ahí vamos bien. Luego Mumble se convierte en adolescente con retardo de madurez física, y entonces ya deja de ser simpático, porque además, a medida que se va desarrollando la película, adquiere ciertos rasgos de enajenamiento fundamentalista. La entrada de escena de unos geniales pingüinos enanos con acento cubano que bailan mambo (quiero ver la versión en idioma inglés para saber si son tan divertidos) logra sostener la película, a pesar de Mumble. Pero HAPPY FEET es extremadamente larga (108 minutos), enredada y truculenta para tratarse de un filme de animación, y adolece de un grave pasticho de géneros cinematográficos. Me parecieron lamentables las alusiones de tipo religioso sobre un supuesto dios pingüino que sirve para mantener el statu quo y el liderazgo conservador (vaya manera de empastelar una película), y también esas ladillisimas coreografías y zapateos masivos tan gringos, que me hacen recordar a las cheer leaders de los equipos universitarios de fútbol americano. Pésimo y contraproducente el manejo del tema ecologista. Fíjense en CARS (2006), de todo un maestro y pionero de la animación digital, John Lasseter: él si supo infiltrar con habilidad y buen gusto, en una película sobre carritos para toda la familia, el problema real de los pueblos rurales del centro geográfico de Estados Unidos cuya demografía se hace cada vez más escuálida y envejecida. Con vaselina, no a lo bruto, como en HAPPY FEET.

George Miller es el australiano que dirigió la saga MAD MAX, THE WITCHES OF EASTWICK, LORENZO'S OIL y la segunda parte de BABE, entre otras. Probablemente sufre los severos efectos de la quemazón y la fumadera de lumpia. Señor, no vuelva a dirigir películas de animación digital, déjeselo a los que saben.

03 enero 2007

THE FINAL CUT (2004) - Omar Naïm


Explicaba en la UCAB el recordado profesor Francisco Pellegrino que el cine de ciencia ficción parte siempre de la premisa "¿qué pasaría si...?". La premisa de THE FINAL CUT, del director jordano Omar Naïm es: ¿qué pasaría si pudiéramos grabar en un chip orgánico implantado la totalidad de los que sucede frente a nuestros ojos en el transcurso de nuestra vida? Según esta película, la aplicación no nos traería beneficio alguno mientras estemos vivos, sólo para nuestros familiares y amigos más cercanos que nos sobreviven. Existirían editores que se encargarían de, una vez uno muerto, tomar todo ese material audiovisual (unas 700.000 horas, en el caso de una persona que viva 80 años), eliminar lo políticamente incorrecto y elaborar una película de unas 2 horas que se exhibiría como homenaje en nuestro funeral. Estos editores tienen un código ético: por ejemplo, está prohibido que alguien con un chip implantado trabaje como editor, y tampoco se permite que el material editado caiga en manos de terceras personas.
Uno de los mejores editores de "rememories" (películas de funeral) es Alan Hakman, el personaje de Robin Williams, quien en esta película está tan hierático y lacónico como el robotico de BICENTENNIAL MAN (1999). "Eres como una mezcla de empleado fúnebre, sacerdote y taxidermista, todo en uno", le dice el personaje de una Mira Sorvino totalmente desaprovechada. Aunque no tengan la más mínima relación, THE FINAL CUT me hizo pensar en CLICK (2006), la comedia de Adam Sandler, pues en ambas está implícito el concepto de edición de la vida para sacarle los momentos menos trascendentes. La vida como un gran DVD. Estamos en la era del gran corta y pega. Paradójicamente, yo me acabo de comprar un aparato DVD Recorder, estoy editando y pasando a formato digital mis decenas de cassettes de VHS, y todo este tema me incumbe mucho. Hay algo que me choca de THE FINAL CUT y es esa cosa muy gringa de la culpabilidad como motor de todas las acciones, de la vivencia de la infancia que te traumatiza psicoanalíticamente y afecta tu adultez.
Veamos: supongamos que a usted se le da la oportunidad única de ver una escena seleccionada de todas las imagénes de su vida que presenció en el pasado, como si se las hubieran grabado en un gran DVD. Si yo fuera Robin Williams, observaría 10 veces la escena de sexo que tuve con Mira Sorvino, que en esta película está espectacular como de costumbre, ahora con el cabello largo y rubio tipo Marjorie de Sousa. Pero no: nuestro hombrecito de pocas palabras está traumatizado con su culpa arrastrada desde la infancia, y a ella vuelve de manera ladilla. Ah, Jim Caviezel hace de fundamentalista, ése fue el mismo año en que se la pasaba con Mel Gibson jugando a los crucifijos.