06 mayo 2007

DOUCHES FROIDES (DUCHAS FRÍAS) - Antony Cordier

Mickael Percepied es judoka de alta competencia en la categoría de 72 kilos. Vive en un hogar de clase media en descenso a la pelazón extremadamente igual al mío: papá está desempleado y mamá, para ahorrar luz, se dedica a apagarle el calentador a uno mientras más sabrosamente se está bañando entre vaporcito. No tiene carro, sino bicicleta. Mickael conoce a un amigo ricachis, también judoka, hijo del dueño del gimnasio multiétnico donde entrenan, con casa con piscina y una mamá bien buenota que se parece a Estefanía de Mónaco (uno al principio cree que viene una trama tipo El graduado, pero nada que ver).
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Debido a una vacante que queda libre en la categoría inferior, Mickael decide bajar a 66 kilos, como si eso fuera así de sencillo, y su torturador proceso de adelgazamiento (excelentemente filmado por Antony Cordier; uno casi puede sentir lo que sufrió el boxeador venezolano “Lencho” Parra antes de ser descalificado por sobrepeso) le lleva también a una paulatina degradación psicológica. Merma de facultades mentales y de apostura física, acumulación de noches de insomnio por hambre, frustraciones sin desahogo. Y es que además su amigo ricachis le sopla el bistec a su sexy noviecita, Vanessa, algo que se veía venir desde que los tres participaron bien prendidos en una sesión de fotos pelando las respectivas nalguitas y arrimándole el amigo en joda su órgano genital al culito de ella, cual reggaetón francés.
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¿Es cierta esa regla de los chistes machistas, de que las mujeres van detrás del hombre con dinero como las moscas al pupú? Lo que muestra Cordier es que, más que detrás de una billetera gruesa, las mujeres suelen sentirse atraídas hacia los valores agregados que el dinero desprende: seguridad, estabilidad, independencia, aventura. Me encantan esos planos en los que la mirada de Vanessa se pierde en el vacío mientras va montada en la bicicleta de Mickael o mientras acompaña a su familia pobretona en un taxi hacinado; ya allí uno nota que ella está buscando otra cosa.
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¿Qué me encantó de DOUCHES FROIDES?
Es una película que no falsea el mundo de los deportes, como estas cosas tipo ONE MILLION DOLLAR BABY en las que hay boxeadoras súper malas que matan gente. Jean-Phillipe Ecoffey se la come como el papá desempleado de Mickael, quizás el personaje que más gustó en la sala 2 del Centro Plaza. La selección de vestuario de Vanessa es EX-TRA-OR-DI-NA-RIA: la propia ucevista horny un poco pasadita de kilos, casi siempre sin sostén y con la espaldita afuera, que se amarra guindarajos en las muñecas y con un tatuaje “exótico” un poquito más arriba de la rayita de las nalgas; se dirá de mí que soy poco selectivo, pero cómo me proveerá de fantasías esta tetoncita (Salomé Stevenin).
Las reflexiones de Vanessa acerca de la monogamia, cuando le dice a Mickael que, muy, muy, muy, muy en el fondo, él se siente excitado y atraído por el hecho de que ella se acueste con su amigo. “Lo malo hubiera sido quedarse sin hacer nada”, es la reflexión de la chica acerca de su promiscuidad. DOUCHES FROIDES capta toda esa cosa tan gay que rodea al universo de los vestuarios y las duchas de los vestuarios de deportistas masculinos, y me encanta una escena en la que Mickael y su amigo ricachis pelean en el suelo; Cordier la filma casi como si estuvieran haciendo el amor.
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¿Qué me desagradó de DOUCHES FROIDES?
Cuando faltaban como 15 minutos para el final, me sentí tentado a escribirle un mensaje de texto a una amiga cinéfila de Las Acacias: “Estoy viendo una película francesa llamada Duchas Frías y hasta ahora esto va muy bien”. Menos mal que no lo hice, porque el final rompe el espíritu del resto de la película. Me explico: el filme tiene un tono muy agradable de distanciamiento y objetividad, muy al estilo del maestro Eric Rohmer (La coleccionista), guardando las distancias. Cordier se limita a registrar lo que le sucede a Mickael, sin fijar posturas y sin dársela de trascendente, algo que uno cada vez valora más. Hubiera sido maravillosa una fábula ácida sobre chamos, ya eso en sí es trascendente y no necesita accesorios. Hacía falta un cierre con más sequedad. Pero en el último par de escenas, Cordier se ve picado por la tentación de la “trascendencia”. Añade una voz en off que nada aporta y una baladita pop sumamente cursi. Qué difícil es rematar bien una película, por eso nunca manden mensajitos de texto antes de tiempo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen comentario, Alexis.Lástima, sin duda, por el final tibio de la ducha. El directo falló en ponerle el calentador al asunto hacia el desenlace, cuando lo mejor hubiese sido, como dices, dejar el epílogo en frío.Será para la otra. Nada mal , en todo caso, para una ópera prima.

SoRrUs dijo...

Chamo, que pelicula, lo malo es que no entendi mucho el final ! sera que me lo puedes explicar ? pues de pana quede viendo lejos no entendi que era lo que queria la jeva ? ni porque abrazo al carajo mientras el man peleaba ! la escena del coñazo estuvo muy buena ! pero echame una mano ahi pes ! y explicame el final !

Anónimo dijo...

Dónde puedo conocerte? que rico escribes!Tetoncita como Vanessa no te será dificil tomar una ducha conmigo... fría o tibia, tú decides... Besos!!!