Luego de una segunda visión, BABEL, de Alejandro González Iñárritu, me afecta mucho más que antes. Ya podrán haber visto que el post original ha sido modificado varias veces, porque cada vez descubro más y más significaciones. Pienso, por ejemplo, en los mexicanos asimilados que sirven de cancerberos a sus propios compatriotas indocumentados (los dos principales agentes de inmigración que se muestran son latinos). En el catirito gringo que aprende en México, ante una gallina degollada, que la vida no es tan mullida. Ya no vale la pena hablar sólo de una película sobre la incomunicación; BABEL trata, antes que nada, sobre la comunicación no verbal —piénsese en la sabia anciana que suministra opio, y paz, a Cate Blanchett, justo cuando más lo necesita— y sobre la globalización; la interconexión, sus posibilidades y sus frustraciones. Tampoco vale la pena hablar de hilos argumentales halados de los pelos, no es relevante, porque el telón de fondo son las casualidades y causalidades de la globalización.
24 febrero 2007
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario