28 febrero 2007

THE QUEEN (2006) - Stephen Frears


Duty first, self second. Primero el deber, después uno. En esta consigna, Stephen Frears resume la carta de presentación ante el mundo de la reina Isabel II de Inglaterra. Una mujer autoeducada para la contención de sus sentimientos y condenada para siempre a un matrimonio mediocre. El carisma no se hereda, y por eso para Isabel II resulta incomprensible un fenómeno como el de Lady Diana —el único personaje de la película que se interpreta a sí mismo, gracias al material de archivo, y cuya iconografía gobierna sobre el resto del reparto como un sol caprichoso—, la plebeya elevada a fenómeno de masas por su espontaneidad. En un momento crucial de la película, nuestra reina se quiebra: se accidenta su vehículo rústico, es sólo un átomo solitario y desamparado en la campiña, y llora sin consuelo. Se le aparece un ciervo que está siendo perseguido por su esposo Felipe y sus ojos brillan como la niña que en el fondo es. La mujer que no tuvo infancia ni juventud.
Frears es un cineasta de altos y bajos, de matices más que de proclamas. THE QUEEN es un ejercicio de equilibrista. Por un lado, deja totalmente en evidencia lo absurdo de una familia monárquica (tan disfuncional como la de LITTLE MISS SUNSHINE) en pleno siglo XXI: una reina que ha quedado para poco más que la silueta de un peinado en las monedas y que acepta con resignación lo que se le impone desde las instituciones democráticas —"¿Tengo otra opción?", ironiza al aprobar las modificaciones que ha hecho Tony Blair a su discurso de condolencia por la muerte de Di—; un pelele de príncipe consorte, Felipe, homofóbico, estúpido y encerrado en su burbuja de los cotos de caza; el apego a protocolos de reverencias huecas hacia la anciana-niña que se conmueve profundamente por la muerte de un ciervo, pero que es incapaz de comprender el sismo social que genera la "princesa del pueblo".
Al mismo tiempo, Frears se niega a clavar la estocada cruel. Una de las escenas menos convincentes es aquella en la que Tony Blair (un Michael Sheen tan risueño como Mr. Bean) reacciona violentamente ante las burlas a la reina que hace su influyente asesor de prensa Alistair Campbell (Mark Bazeley, una cínica revelación), para defender su legado: "Ha estado 50 años en un cargo que no eligió ser", etc. La conclusión de la película parece ser que sí, que la monarquía no tiene sentido, pero al mismo tiempo está profundamente conectada a esa esencia británica del "llueve y escampa". No hay supervivencia de Inglaterra sin tradición, discreción y respeto por las formas, y a esto no puede escapar siquiera un reformista moderado como Blair, cuya posterior caída en picada es vaticinada por la reina.
Creo que lo que más disfruté en THE QUEEN fue el retrato del alto mando de la Gran Bretaña en mangas de camisa, sorprendido de madrugada por la muerte de Diana o desnudado en su intimidad familiar: Tony Blair con una camiseta del Newcastle con el dorsal 10, un Felipe que le dice "Muévete, repollo" a Isabel en el inerte tálamo nupcial.

24 febrero 2007

ALGUNAS IMÁGENES ROBADAS DE BABEL





























1. El ojo voyeur de nuestro querido Yussef.
2. La traviesa Zora.
3. ¡Maldito árbitro de voleibol!
4. El Puma de Japón: "Pensaba que íbamos a almorzar juntos"
5. Ahora sí van a ver al monstruo peludo de verdad.
6. Mike, horrorizado, no lo puede creer: la gallinita decapitada.
7. Una sabia anciana silente.
8. En esta secuencia, todo el tiempo pensé que Chieko se iba a caer del columpio.







MÁS SOBRE BABEL

Luego de una segunda visión, BABEL, de Alejandro González Iñárritu, me afecta mucho más que antes. Ya podrán haber visto que el post original ha sido modificado varias veces, porque cada vez descubro más y más significaciones. Pienso, por ejemplo, en los mexicanos asimilados que sirven de cancerberos a sus propios compatriotas indocumentados (los dos principales agentes de inmigración que se muestran son latinos). En el catirito gringo que aprende en México, ante una gallina degollada, que la vida no es tan mullida. Ya no vale la pena hablar sólo de una película sobre la incomunicación; BABEL trata, antes que nada, sobre la comunicación no verbal —piénsese en la sabia anciana que suministra opio, y paz, a Cate Blanchett, justo cuando más lo necesita— y sobre la globalización; la interconexión, sus posibilidades y sus frustraciones. Tampoco vale la pena hablar de hilos argumentales halados de los pelos, no es relevante, porque el telón de fondo son las casualidades y causalidades de la globalización.

21 febrero 2007

EL PRONOSTICADOR

Paréntesis.

En algún momento de este siglo habrá un página en Internet que tendrá la siguiente información, actualizada segundo a segundo:

POBLACIÓN HUMANA:
10.786.431.345.987

DUERMEN EN ESTE MOMENTO:
5.678.325.654.453
(53%)

COMEN:
3.001.568.122.901
(28%)

HACEN EL AMOR:
867.322.954.367
(8%)

NAVEGAN EN REALIDADES VIRTUALES:
1.019.464.987.076
(9%)

ACABAN DE NACER:
167.932.876.023
(2%)

AGONIZAN:
51.816.751.167
(0,5%)

17 febrero 2007

SAG-HAYE VELGARD (PERROS CALLEJEROS) (2004) - Marzieh Meshkini


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Escuchamos Irán y pensamos en las giras de Hugo Chávez, en el eje del mal, en la bomba atómica explotando en Tel Aviv, en Mahmud Ahmadinejad en el aeropuerto Maiquetía, en el libro de Kapuściński y en la barbita del ayatolá Khomeini. Para mí, Irán también es sinónimo de uno de los cines nacionales más poderosos, líricos y prolijos que he presenciado. El romance comenzó con un ciclo de cine iraní en la Cinemateca Nacional en agosto de 1995, con películas que jamás olvidaré: EL CORREDOR (1985) y AGUA, VIENTO Y POLVO (1989) de Amir Naderi, BASHU, EL PEQUEÑO EXTRAJERO (1988) de Bahram Beyzai y GRANADA Y CAÑA (1988) de Saied Ebrahimifar. De este ciclo surgió, por intermedio de Liliana Sáez, una oportunidad para escribir en mi idolatrada revista ENCUADRE, que finalmente no se concretó porque yo no daba la base con la pluma. En verdad os digo: si oyen de una película iraní en Caracas, corran a verla. Este viernes 16 de febrero de 2007, con el Carnaval y la alegría general urbana ante la perspectiva de cuatro días libres en el oxígeno de una bonita tarde en el eje Altamira-Chacao, me acerqué al Celarg a las 5:00 pm a ver PERROS CALLEJEROS. Creo que era el último día que iba a estar en cartelera...

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Es asombroso cómo se conecta PERROS CALLEJEROS (2004) con aquellas películas iraníes que vi en 1995, a pesar de que éstas se filmaron unos 20 años atrás. Es cierto, quizás eso puede sonarles a anquilosamiento o parálisis de una cinematografía. Pero también a una garantía de calidad estética impecable y a niños que nos aplastarán sus actuaciones y sus dignidades en la cara. Debido a que muchas de las películas de Irán son auspiciadas por el Instituto del Desarrollo Intelectual de la Infancia y la Adolescencia, suelen ser protagonizadas por niños (lo que también puede ser visto como una oportunidad para escapar hábilmente de la censura hacia los temas más adultos). No puedo referirme a PERROS CALLEJEROS sin mencionar a Gol-Ghotai. Una niña de seis o siete años con peinado de baby rasta. Creo que tiene los cachetes más hermosos que he visto jamás en una sala de cine. Así debe haber sido mi amiga Marjo cuando pequeña. Podría pasarme 24 horas seguidas viendo a Gol-Ghotai actuando, oliendo el pan ácimo caliente, gestualizando, parpadeando con sus ojitos mogoles, caminando con su compacto cuerpecito cubierto de harapos, interactuando con su pequeño perrito. Dios, debo volver a ver a Gol-Ghotai en alguno de los 14.000 días que, siendo optimista, me restan más o menos de vida.

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PERROS CALLEJEROS es una historia de denuncia, de denuncia de exclusión y del desamparo absoluto. Zahed (una especie de Val Kilmer en miniatura) y Gol-Ghotai, dos hermanitos de Afganistán, son hijos de un Talibán que está a punto de ser enviado a Guantánamo (en el filme se hacen algunas menciones referenciales al 11 de septiembre de 2001, aunque sin juicios de valor) y de una mujer que está presa y en espera de ejecución por haber contraído nupcias por segunda vez, lo que en este contexto equivale a ser una prostituta. Por este motivo, Zahed y Gol-Ghotai están del timbo al tambo. Vivían con su mamá en el retén femenino, pero salen de allí para ir a conversar acerca de su futuro con su padre en otra cárcel, y ya no pueden volver a entrar (la cárcel, o sea, el encierro, se convierte para los niños en refugio, al que tampoco pueden tener ya más acceso: prisión interior y exterior). Acompañados por un perrito que sirve de conciencia muda (Gol-Ghotai: "¿Tú entiendes a los humanos, perrito?"), sobreviven a medias escarbando en rellenos sanitarios.

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Observo la factura de la fotografía de PERROS CALLEJEROS y no puedo dejar de sentir vergüenza nacional por algunas de las películas que se han estrenado recientemente en Venezuela. PERROS CALLEJEROS posee la textura y la sensibilidad visual de los grandes clásicos del cine de todos los tiempos: pienso en la imagen de la gran argolla que sirve de símbolo de la cárcel; en la celadora del penal femenino que exclama "¡A dormir!", en la prisionera que arranca hojas de un libro para alimentar la hoguera, en el pequeño homenaje a EL LADRÓN DE BICICLETAS de Vittorio De Sica, en el viejo cascarrabias que vive en un Volkswagen polvoriento, en la composición fotográfica que contrapone el cielo azul y gélido del anochecer de la estepa de Asia Central con la mancha del insignificante fuego que hacen los hermanitos para no morir de frío. Hay un diálogo entre Gol-Ghotai y un carcelero en las afueras de la cárcel que me pareció totalmente surrealista, lo transcribo de manera aproximada:

—Gol Ghotai: Señor carcelero, imáginese que yo fuera este perrito en vez de ser la hija de una prisionera. Si al perrito lo intentaran quemar vivo y luego no lo dejaran entrar en la cárcel para ver a su madre, ¿usted creería que es justo?

—Carcelero: Niña, no trates de romperme el corazón. Si tú fueras guardia y ganaras un dólar al día a cambio de evitar que una niña entre a ver su madre, ¿creerías que es justo?

07 febrero 2007

HOUSE OF D (2004) - David Duchovny





¿Qué es de la vida de los chicos X-Files? Gillian Anderson se toma un café en THE LAST KING OF SCOTLAND, y de Dave Duchovny vimos su ópera prima el martes 6 de febrero de 2007 a las 9:35 de la noche en la sala 8 del Cines Unidos Trinitarias, con una asistencia de unos seis espectadores, durante un viaje de trabajo a Barquisimeto. No tengo ni idea de si esta película de 2004 se estrenó o se estrenará en cines de Caracas. Lo dudo.
Tom Warshaw (Duchovny) es un dibujante residenciado en París que, el día del cumpleaños de su hijo, hace un largo ejercicio mnemotécnico acerca de su infancia en el Greenwich Village de Nueva York a principios de los años setenta, específicamente en 1973. En el cine pasaban THE TEXAS CHAINSAW MASSACRE y Mel Stottlemyre era el lanzador estelar de los Yankees de Nueva York, poco antes de retirarse por una lesión.
Anton Yelchin, un joven actor de origen ruso nacido en 1989, se la come como el Duchovny adolescente. Es un muchacho realmente precioso, el príncipe de bachillerato con el que toda chica quisiera sentir reventada su virginidad. Al ver esta película uno tiene la sensación de que será un futuro Tom Cruise o Hugh Grant, aunque observé algunas fotos posteriores de Yelchin y parece que el paso a la adultez no fue demasiado benévolo físicamente con él. Su mejor amigo en la trama es un bedel cuarentón y retardado mental, Pappass: Robin Williams ya hizo el papel opuesto, un niño con cuerpo de adulto, en JACK de Francis Ford Coppola.
Lo que más funciona en HOUSE OF D es la reconstrucción puntual (¿autobiográfica?) de un período de los años setenta. Hay una relación madre-hijo bastante realista y poco idealizada a partir del personaje que interpreta Tea Leoni. Una fábula ingeniosa a partir de una interna (Erykah Badu) de un retén femenino que utiliza un espejito para relacionarse con la realidad exterior. Una pequeña apología de la eutanasia. Un Yelchin irresistible para el baile de fin de curso con zapatos blancos, cinturón de flecos de cuero y pantalones de campana naranja, color que estaba muy de moda. El propio Menudo.
Me pregunto porqué los redactores de los subtítulos en español son tan pacatos. En HOUSE OF D hacen un juego de palabras con las palabras "happiness" y "pennis" en la clase de una profesora de francés, y también con "focus", "fuck ass" y un gesto obsceno con los dedos. Todo eso se pierde en la traducción.
También hay una muy buena toma de contrapicado con un Yelchin que llora frente al retén femenino; las lágrimas caen y empañan el lente de la cámara. Una chiquilla flaquita muy sensual, Melissa (Zelda Williams). Y una frase de Erykah Badú que me dio en la madre: "A las chicas les gustan los chicos que bailan".
HOUSE OF D hubiera quedado bastante bien si terminara allí, incluso con los excesos lacrimógenos de algunas escenas que envuelven a Robin Williams. El problema es que Duchovny no supo rematarla, ¿0 será que yo tenía mucho sueño? Muchas veces me pasa eso con las películas que empiezan después de las 9:00 de la noche. Pero en este caso creo que puedo ser objetivo: los 10 minutos finales son una bazofia interminable. Cuando aparece Robin Williams con un maquillaje mal hecho de anciano y el cabello pintado con tiza, significa que se ha producido una degeneración cinematografica. Una lástima. Duchovny debió haberse extirpado a sí mismo de su película y limitarse a dirigir.